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Universidad Veracruzana
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Corre, lee y dile
Por Germán Martínez Aceves
Aphfra Behn fue una mujer fuera de serie del siglo XVII. Espía para la corte de Carlos II en las regiones de América del Sur y de los Países Bajos en Europa. Poeta, narradora y dramaturga, nació en Wye, Kent, en 1640 y falleció en Londres en 1689.
Registrada como Effrey Johnson adquirió el apellido Behn al casarse con un mercader germano. Su nombre como espía era Astrea y su nombre que marcó su historia como escritora: Aphfra Behn.
Esta mujer sorprendente que falleciera a la edad de cuarenta y nueve años encontró en el siglo XX a otra gran escritora que logró preservar su obra y su memoria: Virginia Wolf quien en la novela Una habitación propia invita a las mujeres, que aspiran a ser escritoras, a dejar flores en la lápida de Aphfra Behn que se encuentra en la abadía de Westminster. Escribió Wolf: “Behn fue la primera mujer que logró ganarse la vida como autora en la tradición anglosajona”.
Ahora, en el siglo XXI, es posible leer una obra de Behn gracias a Anaclara Castro Santana y Ariadna Molinari Tato, traductoras y profesoras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, quienes con la pieza teatral El emperador de la Luna obtuvieron el Segundo Premio Hispanoamericano de Traducción Literaria que convocan Aquelarre Ediciones, la Secretaría de Cultura del estado de Veracruz y la Editorial de la Universidad Veracruzana y que ahora presentan en coedición.
Es muy probable que Aphra Behn comenzó a escribir teatro desde que era espía. Em total realizó diecisiete obras dramáticas las cuales, en su mayoría, tuvieron gran éxito. En la introducción del libro, Anaclara Castro Santana apunta: “Los dramas de Behn se caracterizan por la destreza verbal, la puesta al descubierto del ethos financiero en las relaciones sentimentales y la rebeldía de sus heroínas”.
El emperador de la Luna es una farsa en cuatro actos que se publicó en 1687 impresa por R. Holt para Joseph Knight y Francis Saunders en el Ancla Azul que se encontraba en el paseo inferior del edificio de la Nueva Bolsa y se escenificó en el Teatro de la Reina.
En una extensa dedicatoria al joven Lord Marqués de Worcester, Aphra Behn escribe: “Consciente soy, su señoría, de cuán ofensiva podría resultar la palabra “farsa” para aquellos carentes de méritos más allá de títulos honoríficos, buen gusto en el vestir o talento para redactar epístolas de amor. Sin tener en cuenta la intención, el carácter o la naturaleza de esta pieza, tales individuos podrían escandalizarse por su lenguaje, calificarla de vulgar y tosca (pues más de un personaje no se expresa en tono heroico) y la juzgaría inapropiada para el entretenimiento de la gente de alcurnia”.
El emperador de la Luna tiene el contexto de las enseñanzas de Galileo Galilei con sus aportaciones sobre el Universo. A partir de ahí surgieron libros especulativos de ciencia y viajes interestelares en búsqueda de vida inteligente fuera del planeta Tierra.
Ante estos conocimientos no faltaban personajes obsesionados por la astronomía, la óptica y las matemáticas, y adquirían instrumentos como telescopios, barómetros y, por supuesto, libros que hablaban de la Nueva Ciencia si faltar textos esotéricos, alquimistas, astrológicos o mágicos.
En ese contexto aparece el doctor Baliardo, un pseudocientífico con ideas puritanas, quien tiene la ocurrencia de casar a su hija Elaria y su sobrina Bellemante ¡con aristócratas de otros mundos!
En una serie de acciones satíricas y burlescas, es decir, una sátira, las jóvenes juegan con la idea y establecen romances secretos con dos nobles españoles: don Cinthio y don Charmane, quienes están dispuestos a salvar al par de doncellas de la locura de Baliardo.
En la historia que transcurre en Nápoles, lugar que en esa época pertenecía a la Corona española, los dos caballeros arman un ardid para hacerle creer al lunático Baliardo que existe un imperio en la Luna y que, efectivamente, el emperador y su segundo al mando descenderán a la Tierra para desposarse con las doncellas. Y no serán otros más que los propios Cinthio y Charmane.
En la trama aparece también Mopsophil, la chaperona de las muchachas, que a su vez vive un enredo amoroso con Scaramouch y con Arlequín.
Entre enredos, mentiras y sátiras la verdad se impone en esta obra divertida y cual escena de Quijote, Baliardo quema sus libros y su estudio para “que no queden más que cenizas, y que el viento disperse esas contagiosas y monstruosas mentiras”.
Baliardo, padre y tío, en la búsqueda de la salvación para su hija y su sobrina de este mundo pecaminoso y alocado, creerá que la pureza y una mejor vida estarán fuera de este mundo. El sueño se desvanece ante la realidad. Lo imposible ante lo que tenemos en las manos. Finalmente: “Aquel que había aprendido todo lo escrito, /una cosa sabía: que su desconocimiento era infinito”.
El emperador de la Luna, de Aphra Behn, con traducción de Anaclara Castro Santana y Ariadna Molinari Tato, es una coedición de Aquelarre Ediciones, la Secretaría de Cultura del estado de Veracruz y la Editorial de la UV, 139 páginas, 2024.
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La Dirección Editorial de la Universidad Veracruzana cuenta con más de 60 años de tradición literaria seria, profesional y constante. El trabajo de más de seis décadas se ha consolidado en un prestigio a nivel nacional e internacional que la hace destacada entre otras editoriales universitarias. Su buena reputación es un aliciente y un compromiso permanente para quienes en su labor contribuyen.
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